Ellas han aprendido a sonreír

RD: Su día a día inicia cuando el reloj marca las seis en punto de la mañana. Ordenan sus pertenencias para ir a la escuela.
Ellas no tenían hacia donde ir. Cada una con una historia frustrante. Tenían derecho a soñar, pero no una almohada para colocar la cabeza cada noche, ni una mano que las despertara al amanecer para ir a la escuela.

 Unas eran de Baní, otras del Cibao. Había de los cuatro puntos cardinales, pero todas tenían algo en común: la falta de afecto. Sus vidas dieron un giro de 180 grados, cuando las monjas de la congregación Hermanas Hijas de la Altagracia aparecieron en sus vidas, no solo dándole cobija y amor, sino a cambiar la amargura de sus rostros por sinceras sonrisas.Leer más en el Listin Diario.

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