EEUU: Mucho se especuló con que guardaba pruebas de la existencia de los ovnis, pero en realidad fue la base de pruebas de los aviones-espía U-2.
Desde el inicio de los vuelos de práctica y de entrenamiento, en julio de 1955, "la elevada altura alcanzada por los U-2 produjo rápidamente un efecto secundario inesperado: el fenomenal aumento de los avistamientos de objetos voladores no identificados (OVNI)", relatan los autores de la nota de la CIA.
En aquella época, los aviones comerciales volaban a una altura de entre 3.000 y 6.000 metros, mientras los U-2 alcanzaban 20.000 metros, explican. "Avistamientos como esos eran muy frecuentes de parte de pilotos comerciales que volaban de este a oeste", cuando el sol estaba casi a nivel del horizonte y el avión permanecía "en la sombra".
Si un U-2 volaba en las cercanías a elevada altura, el sol se reflejaba en sus alas plateadas, haciendo que desde un avión comercial, situado 12.000 metros más abajo, se tuviera la impresión de estar ante un objeto en llamas, señalan. El fenómeno podía también ser apreciado de manera similar desde tierra. "Nadie sospechaba entonces que fuera posible que alguien pudiera tripular un avión a 20.0000 metros sobre el nivel del mar y por consiguiente ver a un objeto en el cielo a tanta altura", apuntan los redactores de la nota.
Desde el inicio de los vuelos de práctica y de entrenamiento, en julio de 1955, "la elevada altura alcanzada por los U-2 produjo rápidamente un efecto secundario inesperado: el fenomenal aumento de los avistamientos de objetos voladores no identificados (OVNI)", relatan los autores de la nota de la CIA.
En aquella época, los aviones comerciales volaban a una altura de entre 3.000 y 6.000 metros, mientras los U-2 alcanzaban 20.000 metros, explican. "Avistamientos como esos eran muy frecuentes de parte de pilotos comerciales que volaban de este a oeste", cuando el sol estaba casi a nivel del horizonte y el avión permanecía "en la sombra".
Si un U-2 volaba en las cercanías a elevada altura, el sol se reflejaba en sus alas plateadas, haciendo que desde un avión comercial, situado 12.000 metros más abajo, se tuviera la impresión de estar ante un objeto en llamas, señalan. El fenómeno podía también ser apreciado de manera similar desde tierra. "Nadie sospechaba entonces que fuera posible que alguien pudiera tripular un avión a 20.0000 metros sobre el nivel del mar y por consiguiente ver a un objeto en el cielo a tanta altura", apuntan los redactores de la nota.
