La manera de concebir la influencia de lo “Superior” en la vida de la gente, es la fuente de los dogmas y doctrinas.
La necesidad de creer en algo o alguien ha sido inherente al ser humano a lo largo de su historia. Hombres y mujeres han buscado explicaciones de diversas formas sobre la vida y la relación con su entorno. Épocas aciagas han marcado a la humanidad por asuntos de fe y todavía hoy la paz de muchas regiones del mundo se debate entre asuntos religiosos y étnicos.
Fanáticos y conservadores de doctrinas y dogmas los han defendido hasta con su propia vida. La libertad de creencia y culto ha cobrado fuerzas en países como la República Dominicana en los que la gente manifiesta su fe de distintas maneras. El cristianismo es la expresión más común de la religiosidad, pero también están los creyentes no cristianos.
La mezcla de diversas formas de creer ha ido moldeando la personalidad dominicana a través del tiempo. Alguna gente que profesa la fe católica, al mismo tiempo tiene altares en sus casas donde los santos, y no Cristo, son el centro de su fe.
Todo ello es fruto del sincretismo que dio como resultado el choque de dos culturas: la europea y la africana, que se mantiene a través de los años. Las iglesias católica, evangélica y de otras denominaciones ahora están más abiertas a entender y respetar las formas de expresar la fe de los demás sin abandonar sus principios, pero dejando claro la incompatibilidad existente entre el paganismo y el cristianismo que profesa la gente.
Al llegar a la casa de Clotilde Minier, “bautizada” el pasado sábado 15 de diciembre en el fundo de sus descendientes, en Mata Los Indios, Villa Mella, se observa en el patio vestigios del jolgorio del día anterior. Gramas pisoteadas por la multitud, residuos de velas, cruces cubiertas de coloridos papeles, botellas de ron vacías y en el fondo el altar, son la confirmación de que allí hubo un acto de trascendencia para los descendientes del creador de los Congos de Villa Mella, el fenecido Sixto Minier. Al acercarse al altar, instalado en la parte derecha de la vivienda, sale Clotilde como las gallinas cuando un extraño se acerca a sus polluelos.
Desaliñada, con la voz baja, y el ánimo como si hubiese recibido “una camisa de palo”, toma el control del espacio y a requerimientos comienza a hablar de su tradición, recordando que “lo bueno fue ayer”. Clotilde, una joven mujer de tez negra, ojos grandes, de voz pausada y adornada de paciencia, simpatía, con un dejo de timidez se inició ese día con Santa Martha o Ezili Kénwa (La Dominadora). Es la más reciente heredera de la tradición africana que tuvo como cabeza a su abuelo Sixto Minier, fallecido el 29 de abril de 2008. Su persistencia en mantener la tradición motivó que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura ( Unesco) declarara a los Congos de Villa Mella como Patriminio de la Humanidad.
La necesidad de creer en algo o alguien ha sido inherente al ser humano a lo largo de su historia. Hombres y mujeres han buscado explicaciones de diversas formas sobre la vida y la relación con su entorno. Épocas aciagas han marcado a la humanidad por asuntos de fe y todavía hoy la paz de muchas regiones del mundo se debate entre asuntos religiosos y étnicos.
Fanáticos y conservadores de doctrinas y dogmas los han defendido hasta con su propia vida. La libertad de creencia y culto ha cobrado fuerzas en países como la República Dominicana en los que la gente manifiesta su fe de distintas maneras. El cristianismo es la expresión más común de la religiosidad, pero también están los creyentes no cristianos.
La mezcla de diversas formas de creer ha ido moldeando la personalidad dominicana a través del tiempo. Alguna gente que profesa la fe católica, al mismo tiempo tiene altares en sus casas donde los santos, y no Cristo, son el centro de su fe.
Todo ello es fruto del sincretismo que dio como resultado el choque de dos culturas: la europea y la africana, que se mantiene a través de los años. Las iglesias católica, evangélica y de otras denominaciones ahora están más abiertas a entender y respetar las formas de expresar la fe de los demás sin abandonar sus principios, pero dejando claro la incompatibilidad existente entre el paganismo y el cristianismo que profesa la gente.
Al llegar a la casa de Clotilde Minier, “bautizada” el pasado sábado 15 de diciembre en el fundo de sus descendientes, en Mata Los Indios, Villa Mella, se observa en el patio vestigios del jolgorio del día anterior. Gramas pisoteadas por la multitud, residuos de velas, cruces cubiertas de coloridos papeles, botellas de ron vacías y en el fondo el altar, son la confirmación de que allí hubo un acto de trascendencia para los descendientes del creador de los Congos de Villa Mella, el fenecido Sixto Minier. Al acercarse al altar, instalado en la parte derecha de la vivienda, sale Clotilde como las gallinas cuando un extraño se acerca a sus polluelos.
Desaliñada, con la voz baja, y el ánimo como si hubiese recibido “una camisa de palo”, toma el control del espacio y a requerimientos comienza a hablar de su tradición, recordando que “lo bueno fue ayer”. Clotilde, una joven mujer de tez negra, ojos grandes, de voz pausada y adornada de paciencia, simpatía, con un dejo de timidez se inició ese día con Santa Martha o Ezili Kénwa (La Dominadora). Es la más reciente heredera de la tradición africana que tuvo como cabeza a su abuelo Sixto Minier, fallecido el 29 de abril de 2008. Su persistencia en mantener la tradición motivó que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura ( Unesco) declarara a los Congos de Villa Mella como Patriminio de la Humanidad.
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