El hombre lagarto

El hombre lagarto La operación de la lengua fue realmente peligrosa.

Eran las once menos cinco de la mañana, y yo, desde dentro del emblemático Hotel de las Letras, en plena Gran Vía, podía ver a través de las cristaleras cómo Erik Sprague cruzaba el paso de cebra que nos separaba y, entre miradas inquisitivas, hacía girar la opulenta puerta de madera.

 Erik, mundialmente conocido como «el hombre lagarto», es uno de los personajes más conocidos de «Aunque no te lo creas» de Ripley, un libro que vende más de un millón de ejemplares cada año en todo el mundo y que ya va por su octava edición en países como EE.UU, Reino Unido o México. Básicamente en él aparecen los personajes más «freaks», tal y como lleva tatuado en su pecho Erik, amén de otras hazañas, proezas y demás mundo bizarro.

 Tras el saludo cordial, Erik le pide algo que yo no alcanzo a entender al camarero y me cuenta que solamente lleva aquí unas 16 horas, de las cuales ha dedicado unas cuantas a dormir y hacer entrevistas. «Me ha llamado la atención una cosa: la arquitectura», cuenta el «showman», que explica que disfruta mucho con el toque antiguo que tienen los edificios en Europa, ya que «en EE.UU lo más antiguo tiene 200 años, lo cual no es nada».

 Le pregunto si alguno de nuestros artistas se encuentra entre sus favoritos y, como no podía ser de otra manera, de entre sus dientes perfilados y su lengua viperina sale a relucir el nombre de Dalí. -«Y que me dice del tatuaje, ¿le ha influenciado directamente algún artista?» «El tatuaje en sí no ha sido influenciado por nadie», me cuenta, «pero el concepto sí y mucho.

 Lo que yo hago es "performing arts", es decir, performances basadas en el cuerpo. Me han influenciado artistas como los dadaístas, Bretón, Duchamp, todos los surrealistas y todos los artistas de performance de los 70 y 80, ninguno de ellos me ha influenciado directamente pero sí que el concepto de su obra ha tenido mucho que ver». Mientras tanto, el camarero se acerca con una botella de agua natural y, aunque intenta no mirar, muy discretamente se fija en las dilataciones de la oreja de Erik, que me sigue contando sobre su Lleva unas 700 horas de tatuaje y aún le quedan otras 500 peculiar transformación. «Llevo unas 700 horas más o menos, aunque no llevo la cuenta total.

Lo que es la cirugía no lleva tanto tiempo pero es mucho más peliagudo. Lo que yo me hago lo hago de manera responsable, el peligro es mínimo», se excusa. «Nunca he sentido que el riesgo que corría era mayor que las ganas que tenía de transformarme. Quizás el mayor riesgo que he corrido sea el de haberme operado la lengua, yo fui la primera persona en el mundo en realizarme este tipo de operación y los médicos no tenían garantías de lo que iba a pasar después, no sabíamos si iba a poder hablar, comer… » -Sin embargo, ahora incluso puede mover ambas partes de la lengua-. Le dije.

 A lo que el me contestó con una demostración en directo que hizo girarse a más de una cabeza indiscreta presente en la sala. Tras dejarle beber algo de agua, incluso los lagartos en el desierto necesitan hidratarse de vez en cuando, le pregunto sobre el porqué de su elección: «Hay dos motivos, el aspecto es genial, me encanta. Y por otro lado en muchas culturas, el lagarto ha sido visto como un símbolo de poder.

Siendo un artista, mejor que representar símbolos de poder es ser un símbolo de poder, así que eso es lo que he hecho, me he transformado a mi mismo en algo que simboliza poder». Entonces le pido que me hable acerca de cuándo decidió comenzar la transformación: «Siempre parece que la gente busca un momento concreto en el que tomé mi decisión pero en la vida real nunca pasa eso. Cuando la gente busca un momento clave es porque quiere acordarse de ciertas cosas y olvidar otras.

Al final en la vida todo se trata de una combinación de un montón de situaciones, coincidencias y aspectos que te llevan a tomar una decisión. A mí se me ocurrió la idea a los 18 años cuando era estudiante de Filosofía y Arte y tras tres años de meditación Cuando la gente busca un momento clave es porque quiere acordarse de ciertas cosas y olvidar otras.

 comencé a tatuarme a los 21», me confiesa, a lo que yo le preguntó por sus estudios: «Terminé mi carrera y después decidí hacer un doctorado en Historia del Arte. Mientras hacía el doctorado también trabajaba como "showman" haciendo performance. Ocurre que estudiar en EE.UU cuesta muchísimo dinero y llegó el momento de decidir si debía endeudarme para obtener el título, que en el fondo era solo un trozo de papel que no significaba nada. O dedicarme a entretener a la gente.

 La decisión se volvió bastante fácil». «Y si dejo de tener aspecto humano...» Y como en una conversación entre universitarios, le pregunto cómo le influyó la Filosofía que estudió en la carrera, con la intención de que alguno de esos perturbados aparentemente cuerdos que nos hacen estudiar en algunas facultades, me conduzca directamente a su motivación a la hora de tatuarse.

 «Fueron los filósofos lingüistas, sobre todo Wittgenstein. Enfoca la manera en la que se utilizan las palabras. Cuando yo tenía 18 años me planteaba que era lo que definía al ser humano y si estaba todo contenido dentro del lenguaje. Las definiciones se reducirían al nivel biológico, solamente sabríamos lo que es un ser humano si tiene dos ojos, dos piernas, una cabeza… pensé que pasaría entonces si yo dejase de tener aspecto humano, ¿dejaría entonces, de ser un ser humano…? evidentemente no. Yo convierto al objeto en el proceso, el arte se trata del proceso y no del objeto».

 Toda esta filosofía aplicada al aspecto físico del hombre nos conduce irremediablemente a la obra cumbre de Kafka, «La DANIEL TOLEDO La Metamorfosis de Kafka mantiene una relación inequívoca con la historia de Erik Metamorfosis», y a la relación inequívoca que establece nuestro protagonista con el personaje principal, Gregorio Samsa: «Hay elementos en común entre el personaje principal de la metamorfosis y yo. En esencia la gran diferencia entre los dos es que en el caso del libro la metamorfosis se inicia de una manera involuntaria y repentina mientras que en mi caso ha sido algo premeditado.

Las experiencias del personaje son curiosamente experiencias que yo también he vivido a pesar de la diferencia antes mencionada, esas experiencias son el motivo por el cual me veo identificado con ese personaje. Tras mucho filosofar, me confiesa que a pesar de haber trabajado en bodas bautizos y comuniones lo más peligroso que ha hecho en su vida ha sido montarse en un coche.

 «Como artista me meto espadas por la boca, me tumbo en una cama de pinchos… y la gente me dice que no se puede creer que haya hecho esas cosas tan peligrosas, ¡sin embargo luego van y se suben a un coche! Un lugar en donde, por estadística, muere mucha mas gente al año.

No hablaría jamás por el móvil mientras conduzco, es lo más absurdo y peligroso que se puede hacer». El arte se trata del proceso y no del objeto Este ser innegablemente «kafkiano», al que pocos le otorgarían la oportunidad de explicarse si se lo encontrasen en un callejón oscuro, mitad humano mitad lagarto, un ser al que su físico precede y con el que solamente se está capacitado para conversar si uno es libre de perjuicios, se despide de mi mientras me cuenta que conoció a su mujer en uno de sus shows, después del espectáculo se fue detrás del escenario a conocerle y tuvieron una aventura de una noche.

Tras ello, confiesa, «mi mujer ha bautizado a nuestra relación como la aventura de una noche más larga del mundo, llevamos nueve años casados».

 Finalmente confiesa que le queda un tatuaje por terminar, ya lleva 700 horas de tatuarse y debe soportar otras 500. Tras despedirme y haber salido del muy refinado hotel, yo me pregunto si realmente decidirá terminarlo, pues tal y como el mismo me había confesado con anterioridad, «el arte se trata del proceso y no del objeto».
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